La tapa by Louis G. Milk

La tapa by Louis G. Milk

autor:Louis G. Milk
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1965-01-06T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VIII

El doctor Kro llegó ante la puerta del Laboratorio de Reconstrucción y se dispuso a abrirlo sin pérdida de tiempo.

Los centinelas eran otros distintos de los de la madrugada anterior. O no les habían transmitido la orden correctamente o bien juzgaron que había modificaciones en la misma, el caso fue que no le formularon ninguna objeción y el médico pudo franquear la puerta sin dificultades.

En la mano llevaba una maleta, que abrió apenas se hubo hallado en el interior del laboratorio. Extrajo de ella una especie de casco, que se colocó en la cabeza.

A continuación, se dirigió al microscopio electrónico y se sentó ante el tablero de mandos. Presionó el interruptor y el aparato se puso en marcha.

El casco era un neutralizador de emisiones telepáticas. Confiaba en él para no sufrir los extraños ataques mentales de un ser tan diminuto, que su diámetro no alcanzaba siquiera a la millonésima de milímetro.

Empezó a manejar el aparato. La pantalla estaba ya iluminada.

Poco a poco, se fue haciendo visible el extraño ser ultramicroscópico. Los muñones se convirtieron en seudópodos.

La pantalla tenía casi un metro de anchura. La vez anterior, Syomon había hecho que alcanzase el tamaño de una cabeza humana.

Kro percibió claramente las malignas emanaciones del ser. Pero la red antitelepática le protegía con eficacia.

—Debimos habernos acordado antes —murmuró en voz alta—. Pero, también, ¿cómo íbamos a suponernos una cosa semejante?

Maniobró el mando de aumento. El tamaño de la cosa se dobló.

—Sí pudiese penetrar en el interior de su estructura… —dijo el doctor Kro.

Los seudópodos del ser se agitaban como serpientes dentro de una cesta. De pronto, sonó un estallido de vidrios rotos.

Parte de la pantalla, fragmentada en numerosos pedazos, cayó a los pies del médico.

Kro dio un salto en la silla que le puso en pie de golpe.

—He dado demasiada potencia al instrumento —musitó.

Y, de pronto, vio algo que le helaba la sangre en las venas.

Al romperse la pantalla televisora, parecía lógico que el ser hubiera desaparecido. Pero no era así.

La cosa estaba allí, saliendo del televisor, arrastrándose hacia abajo con ayuda de sus numerosos seudópodos.

Kro sintió miedo.

El ser se movía con relativa velocidad, pero en medio de un impresionante silencio.

Kro no comprendía cómo había podido ocurrir una cosa semejante. Era un ser de un tamaño inferior a la millonésima de milímetro… y ahora tenía el de un perro.

Los seudópodos alcanzaban, en ocasiones, el metro de distancia. Los puntos brillantes que semejaban pupilas de ojos, emitían una sensación de ferocidad indescriptible.

Otro ser brotó de la pantalla y cayó al suelo con leve chasquido. Un tercero apareció de inmediato, pero, en lugar de caer, reptó por la pared y subió al techo.

Kro sintió un pavor horrible. ¿Qué sucedía allí?

Se dio cuenta del terrible error que había cometido y quiso repararlo. Corrió hacia el visófono y dio el contacto.

—¡Socorro! —gritó.

En aquel momento, sintió un golpecito en una de sus piernas.

Se volvió, La sangre se congeló en sus venas.

El ser estaba junto a él. Sus seudópodos le rodeaban la pierna izquierda.

Quiso correr, pero cayó al suelo, sujeto por aquellos tentáculos que parecían poseer una fuerza irresistible.



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